Ábrete mundo.

Herodes

rey Herodes

El Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, Programme for International Student Assessment, en la lengua de la metrópoli) ha tenido un impacto perverso en nuestros niños, ha dado alas a cierto desdén frente a la infancia que tiene base en un chovinismo generacional que desprecia las capacidades y actitudes de los niños contemporaneos. Seguro que hemos oido comentarios despectivos hacia el nivel de la educación que se da a los actuales niños de primaria y de la ESO, comparándola desfavorablemente con la EGB ¡Pues no es cierto! El nivel de exigencia a los niños de hoy en día es muy superior al de la EGB vigesimónica.

Ayer he asistido a una reunión de tutoría de 3º de primaria y he podido comprobar que se espera de los niños un esfuerzo mucho mayor que el que se esperaba de los niños de los 80. En comparación con la actual primaria, la antigua EGB era una bucólica Arcadia feliz. En los últimos años se ha impuesto a los niños objetivos académicos insensatamente abultados con la excusa de los informes PISA, con los que se amarga la infancia a nuestros cachorros, entendiéndose que la vida privada de los niños debe ser una extensión de su vida académica y que puede ser colonizada ilimitadamente por esta, como si nada de valor pudieran hacer los niños fuera de lo escolar. Bajo esta presión exagerada, raro será si salen generaciones mentalmente sanas.

La presión a nuestros niños tiene un fundamento en las tendencias niñófobas de nuestra cultura, que se manifiestan en la gente que ve muy razonable que existan hoteles o establecimientos de hostelería en que se prohiba el acceso a los ciudadanos de corta edad o en el duro régimen de confinamiento que se impuso a los niños durante el estado de alarma, confinamiento que se suavizó antes para los usuarios de las terrazas de las cafeterías que para los menores de edad.

Los niños caen también bajo la cruel dogma de la productividad neoliberal que contamina los valores de nuestro tiempo. Con el régimen de exigencia escolar se socializa precozmente a los niños en la “Sociedad del cansancio” de la que nos advierte el filósofo Byung-Chul Han. No es raro que tengamos una epidemia de tristeza juvenil.

Una de las características de esta sociedad neoliberal donde se diduelven los vínculos colectivos es el enfrentamiento entre generaciones, que no respeta ni a los niños, que son víctimas del resentimiento y la envidioa irracional de adultescentes que se comportan como niños y quieren que los niños se comporten como adultos. Tratemos los padres de no caer en esa dinámica heródica, puede que no haya más remedio que pasar por el aro de los deberes (aunque los designen con eufemismos para no llamarlos deberes) y la sobre-institucionalización del niño, pero al menos no nos creamos sus valores niñófobos y acompañemos empáticamente a nuestros hijos en esta arbitraria ordalía.

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