La Rudeza.
A pesar de que la rudeza es una pieza fundamental para la construcción de roles y esquemas de relación en nuestras culturas, me parece que se habla poco de este elefante en medio del salón cuando se habla de psicología o cuando se analiza el funcionamiento de la sociedad.
La rudeza es uno de los ingredientes que suelen utilizarse en la receta de la masculinidad. Cada hombre usará de este ingrediente en mayor o menor medida pero parece difícil prescindir de él, como del ajo en las cocinas mediterráneas. El niño varón suele asumir que tiene que desarrollar su capacidad de rudeza para ser reconocido como plenamente masculino, el varón debe aprender a reprimir sus emociones, la única emoción cuya manifestación no cuestiona la masculinidad tradicional es la ira.
La rudeza es también una defensa frente a la conflictividad de las relaciones interpersonales en todos los ámbitos, una advertencia de respuesta violenta (física o verbal) ante eventuales agresiones.
La rudeza también funciona una estrategia para proteger la autoestima de la humillaciones de la convivencia y una manera de hacer algo más llevaderas las situaciones de dominación soportadas, muy especialmente en el ámbito laboral y militar, porque se supone que la rudeza revaloriza al individuo, compensando la desvalorización derivada de soportar y verse obligado a asumir situaciones de dominación. Frente a la dominación se reacciona con obediencia, que desvaloriza, y con una pose de rudeza, a la que se le atribuye un efecto valorizador, sobre todo en los machos.
El servicio militar obligatorio era una escuela de rudeza que enseñaba que el desarrollo de cierto nivel de rudeza era necesario para lograr la validación del grupo y de la autoridad. La supresión del servicio militar obligatorio ha reducido la valoración social de la rudeza, sin embargo las abundantes fantasías militares de la cultura del entretenimiento, siguen enalteciendo la rudeza, sobre todo como elemento de la construcción de la identidad masculina, pero también como elemento a valorar en ciertas identidades femeninas, de ruptura con la niña o con comportamientos de mujer tradicional.
¿La rudeza es un elemento que la empresa valora positivamente al seleccionar personal? Podría ser percibida por el seleccionador de personal como un indicador de aguante a la presión del dominio jerárquico (el trabajador rudo podría pensarse que no es tan propicio a coger una baja por ansiedad) y como un indicador de que el candidato a trabajador no cultiva otras habilidades sociales más trasversales que pueden perjudicar el control de la plantilla por el superior jerárquico al establecer lazos entre los trabajadores o al poner en entredicho, por comparación, las habilidades del mando.
El hombre de mediana edad, normalmente enfrentado a la realidad de una actividad laboral insatisfactoria, a una proyección social insuficiente y a la frustración de no haber alcanzado las promesas vitales que ofrece a los jóvenes nuestra sociedad de mercado, suele trabajar una coraza de cierta rudeza para compensar esos pequeños (muchas veces inevitables e incluso naturales) fracasos que dañan su identidad y autoestima. La rudeza puede ser un sustitutivo del estatus no logrado, pero incluso puede acompañar a la ostentación de estatus, como un adorno más. El rock viejuno, con toda una colección de grupos que lo cultivan, hace abundante uso de una imagen de rudeza de mediana edad.
Cerveza y tatuajes se han convertido en elemento de identidad de una buena parte de la población, demostración no solo de estar en la cultura contemporánea si no también de rudeza.
Siendo la rudeza un complemento importante para las personas de clase trabajadora y clase media, se entiende el potencial de la ideología rojiparda. La izquierda con origen en el 68, la izquierda más postmoderna, no se relaciona bien con esa demanda de identidad ruda. En cambio el rojipardismo si puede cultivar la imagen ruda o al menos, aceptarla.
Quizás la rudeza debería ser un elemento tenido mucho más en cuenta por la psicología y la crítica cultural, teniendo en cuenta el papel tan importante que juega al configurar el carácter y la cultura.