LOS SABORES DEL CRISTIANISMO.

La religión nunca se presenta en estado puro, siempre aparece mezclada con identidades culturales y sistemas estéticos. Eso es un problema porque esas identidades culturales con las que aparece mezclado el cristianismo, aunque resulta atractivo para algunos, pueden repeler y atragantan a otros. Es corriente la experiencia de sentirse fuera de lugar en una iglesia por la falta de conexión cultural.

El cristianismo católico en España (o en Polonia) suele venir mezclado con identidad nacional-católica, que es conservadora, patriarcal, autoritaria y nacionalista. El catolicismo iberoamericano suele venir mezclado con identidad criolla y se identifica con las clases acomodadas caucásicas. El evangelismo pentecostal estadounidense de identifica con el nacionalismo-cristiano de derechas. La teología de la liberación se identifica con la estética de los movimientos de liberación política latinoamericanos de los años setenta. El evangelismo pentecostal latinoamericano se identifica con los sectores no-blancos y mestizos tradicionalistas. Las iglesias evangelical españolas se identifican con los inmigrantes latinoamericanos no caucásicos. Los movimientos de católicos progres, tipo Redes Cristianas, cultivan la estética y valores de la cultura progresista de la Transición, Hill Song intenta apelar a las identidades de clase media (o aspiracionalmente de clase media) jóvenes y globalizadas, expuestas a la cultura del entretenimiento comercial...

En las identidades culturales que aparecen como excipiente o aditivos del cristianismo, predominan las conservadoras, puede que por el papel de control social y cultural que jugaban las iglesias cristianas en los estados del Antiguo Régimen, puede que porque los conservadores ven la religión como un elemento más del corpus de identidad tradicional, por tanto validada como elemento de identidad o orden, más allá de la validación por la fe. Las iglesias y grupos religiosos de cultura progresista no disfrutan de ese doping del tradicionalismo que aporta un plus de adherentes, de manera que los adherentes a iglesias progresistas solo tienen la motivación de la fe y de a adhesión a un sistema de valores.

Sin embargo es probable que, igual que el agua destilada no es bebestible porque la ausencia de sales minerales impide su asimilación, la religión sin aditivos culturales y estéticos sea imposible. Los excipientes culturales y estéticos de la religión son inevitables, no cabe la absoluta neutralidad cultural o estética de una congregación cristiana, pero hay que evitar que la identidad cultural se coma la experiencia religiosa y que el predominio de determinados modelos culturales en las iglesias deje fuera a amplios sectores de la sociedad. Es así que en el contexto español es difícil que una persona progresista o con unos valores estéticos contemporáneos se pueda identificar o simplemente sentirse cómodo, ya no solo con la ICAR si no incluso con las iglesias reformadas de España. Incluso movimientos progresistas como Redes Cristianas tienen un inconfundible aroma a siglo XX.

¿Por que nunca apareció un culto religioso filo-hipster? ¿Por que no un culto religioso con estética y valores conectadas al 15-M?

Así que queda mucho hueco para lanzar experiencias cristianas compatibles con los valores de grupos sociales no tradicionales. En la ICAR eso choca con su fuerte identidad de iglesia monárquica y sistémica del Antiguo Régimen, aunque aun le quedaría algo de margen para experimentar en esa línea y es, de lejos, la denominación cristiana con más capacidad de hacer cosas de España y el mundo hispanohablante. En el caso de las iglesias reformadas españolas, ya no es solo que están peladísimas, que su cortedad de medios sea apabullante como para lanzar experimentos de culto, si no que la necesidad de atender con sus pocos medios a su tenaz feligresía, los estimula a mantener una identidad muy de barrio.

Quizá lo ideal para potenciar la diversidad cultural y estética de las iglesias sería que las personas laicas tuviéramos más entrenamiento, espontaneidad e iniciativa para organizar actos de culto no eucarísticos (se puede ¿vamos?), sin descartar iniciativas más potentes a imagen y semejanza de The Lithurgists o Hill Song.