¿CRISTIANISMO EN DECADENCIA?

El cristianismo que pervive en Europa es en su mayor parte un cristianismo cultural que funciona como un folklore que da identidad, pero para muy pocos el cristianismo es un camino espiritual o una manera de entender la vida. Hoy el día el cristianismo en Europa está desplazado por otros metarrelatos como el presentismo, el nihilismo, el consumismo, la Nueva Era o la concepción de la persona como una entidad esencialmente económica.

Además la idea de cristianismo sigue muy ligada a los marcos institucionales tradicionales en los que el cristianismo ha venido funcionando, marcos institucionales procedentes del Bajo Imperio Romano y desligados de las maneras de organización contemporaneas, lo que da a las iglesias, principalmente la romana, un valor de continuidad histórica pero a costa de desconectarla de la sociedad moderna, sin que los cristianos acertemos a hacer un ejercicio efectivo de nuestra libertad religiosa, asumiendo legitimidades históricas de las instituciones religiosas y manteniendo fuertes tabues respecto a otras formas de organización eclesial más contemporaneas y democráticas.

Es llamativo que llega a suscitar más adhesión incondicional el aparato institucional católico-romano que los propios principios teológicos y doctrinales que la Iglesia Católica Apostólica y Romana propone. Así es corriente ver propuestas rupturistas en materia teológica, que se alejan completamente del Credo de Nicea, del más esencial consenso doctrinal cristiano, y que pueden tener el carácter de propuestas gnósticas o new-agers, que sin embargo pretenden desarrollar su propuesta religiosa sin salirse del marco de la institucionalidad romana, a pesar de situarse mucho más lejos de la doctrina católica que cualquier otra iglesia cristiana. El rupturismo doctrinal más audaz unido al más tenazmente conservador vínculo identitario con una institución de organización monárquica. Tal es el grado de abracadabrante fascinación por el aparato institucional de la ICAR, una fascinación que llega a la idolatría, al priorizar la fidelidad al sentimiento de pertenencia a la institución sobre la fidelidad al mensaje evangélico o sobre el ejercicio coherente y adulto de la libertad religiosa de la que somos titulares.