CRISTIANISMO BUROCRATIZADO.

Desde la Constitución de 1978 tenemos libertad religiosa en España, pero el ejercicio de esa libertad ha sido muy deficiente, generalmente se ha entendido como el derecho a poder elegir entre ser católico o agnóstico, no como un derecho activo a explorar libremente la esfera espiritual y a organizarse libremente para el desarrollo de actividades religiosas, con organizaciones grandes o pequeñas.

Los españoles tenemos marcado a fuego que el organismo competente para gestionar la religiosidad de los españoles es la Iglesia Católica Apostólica y Romana, siendo eso cierto tanto si eres católico más o menos practicante como si eres ateo, pues los ateos españoles suelen serlo en oposición a la Iglesia Católica Romana, con el catolicismo como referencia absoluta de que es lo que rechazan, o sea, suele ser un ateismo católico.

Esta concepción de la Iglesia Católica Apostólica y Romana (I.C.A.R.) como burocracia religiosa competente por defecto en asuntos relacionados con la espiritualidad de los españoles étnicos, viene de lejos. En el siglo tercero, en la cultura política de los imperios persa y romano, surgió la idea de que era necesario homogeneizar la manera de pensar de los súbditos mediante el establecimiento de una religión oficial. En el Imperio Romano, en ese siglo ya muy militarizado y con un gobierno imperial de tipo absolutista, ya se había experimentado con el culto al emperador y ahora se intentó establecer un sistema religioso oficial en torno al Sol Invicto. La cosa no cuajó, el cristianismo ya estaba muy extendido y no era compatible con el culto al Sol Invicto, por lo que el emperador Constantino renunció a imponer el culto al Sol Invicto como religión oficial y se vio en la necesidad política de establecer como tal al cristianismo... eso si, hackeando previamente el cristianismo para hacer una versión 2.0 más adecuada para servir de estructura ideológica del Imperio Romano. Así Constantino y luego el emperador Teodosio reformatearon el cristianismo haciendo que sus obispos y presbíteros adoptaran formas y funciones de la magistratura y sacerdocio tradicional romano, se establecieron vestimentas sagradas inspiradas en la de los magistrados civiles y religiosos romanos, la liturgia imitó protocolos ceremoniales de la corte imperial, etc. Así surgió la Iglesia Católica Apostólica y Romana como organismo oficial de la religiosidad, primero del Imperio, luego de los reinos medievales y finalmente de los estados europeos desde el renacimiento a, en España, 1978. Cuesta superar un orden mental mantenido durante tantos siglos en los que la I.C.A.R. ha funcionado como un Ministerio de la Religión.

Así nos encontramos con que a los españoles étnicos nos cuesta identificar nuestras inclinaciones religiosas con otras ajenas a la institucionalidad católica que nos corresponde por razón de nuestra etnia. Podemos adoptar con facilidad prácticas espirituales como la Nueva Era, el pensamiento positivo, la Ley de la Atracción o el presentismo porque no suponen colaborar con otra organización que la Católico-Romana que nos corresponde, pero relacionarse con organizaciones religiosas no católico-romanas (ya no digamos organizarlas) lo sentimos como algo impropio de nuestra identidad colectiva. Incluso hay movimientos religiosos disidentes inclinados a modelos muy semejantes e incluso idénticos a los propios de iglesias anabaptistas, luteranas, episcopalianas, cuáqueras, o del movimiento de Emerging Church, que parece que tratan de repetir la reforma protestante sin darse cuenta de que ya está hecha, sin quererse salir del paraguas de la I.C.A.R y sin que se les pase por la cabeza que sus talentos pueden dar más fruto en el marco de una organización religiosa ajena a la I.C.A.R., la burocracia sagrada que les corresponde como españoles étnicos.