Parte 3: Averiguaciones en el caravasar.

Rosendo y Fátima entraron en el recinto del centro de transportes algo cohibidos por el ambiente marcadamente exótico. En todo el tempo que estuvieron en el centro de transportes no vieron más que tres sapiens. El lugar hervía de actividad, con camiones de factura enana, con dos o tres filas de asientos, llegando y marchando de la explanada, tras pernoctar en ella, cargar o descargar en la estación ferroviaria de mercancías adyacente o recién reparados en los talleres del centro. Los camiones no solamente llevaban mercancías si no que también llevaban pasajeros enanos en sus filas de asientos adicionales. Los enanos eran poco aficionados a usar los servicios de las compañías de transporte de pasajeros convencionales y aun menos a usar medios de transporte individuales, para ellos viajar juntos era parte de la sociabilidad enana y, dado que los camiones eran propiedad de las comunidades enanas, entendían que era natural que los enanos pudieran usarlos gratuitamente en sus desplazamientos. Esa costumbre facilitaba que los enanos desplazados para trabajar en zonas de hombres se movieran entre sus viviendas colectivas y sus lugares de trabajo sin recurrir a medios de transporte que no les resultaban agradables.

Preguntaron por Mencía a enanos del personal del centro de transportes, limpiadores, mecánicos y vigilantes. Recibían respuestas negativas desconfiadas. En algún caso, cuando dieron detalles de la desaparición y la relación de esta con los enanos, notaron reacciones hostiles. Se volvieron a sus casas frustrados y decepcionados y con la sensación de que alguno de los que les dieron respuestas negativas podían haberles ocultado información, dada la actitud desconfiada de los enanos con los que habían hablado.

Cuando comentaron su fracaso con Juana y Román, este manifestó su opinión de que las preguntas debían haber puesto suspicaces a los enanos.

-Pues no entiendo porqué, fuimos educadísimos- argumentó Fátima enfadada. -Los enanos han tenido muchas malas experiencias en su trato con los hombres, si aparecen unos sapiens por un espacio en el que se sienten en su ambiente, preguntando por una mujer desaparecida tras tener problemas con los enanos, es de esperar que se sientan señalados. -Si, si, “ya están estos patas largas acusándonos de cualquier cosa”, pensarán- apoyó Juana. -No es fácil entrar así, a puertas frías- opinó Román- nos haría falta alguna especie de mediador.

Rosendo meditó un momento antes de preguntarle a Juana por su amigo Lotho Ganapié.

-¿No se mueve bien entre enanos? -No es tan amigo- objetó Juana-, pero si, creo que tiene negocios con enanos. -Fue a la boda de tu hermana, a mi me parece bastante amigo ¿Por que no le preguntamos?

CONTINUARÁ.

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